EL MENSAJE DE IRIS
"Iris, después de haber cumplido su misión, sintiendo sus párpados pesados y no pudiendo resistir a los encantos del sueño, partió rápidamente, volviendo sobre el mismo arco que había traído. El dios del sueño eligió a Morfeo (hijo del Sueño y de la Noche) para realizar lo que Juno quería. Él poseía el arte de imitar hábilmente. Además, este sueño es sólo para los hombres. Hay otro que toma la figura de bestias salvajes, pájaros y serpientes; los dioses le llaman Icelón (en griego significa "el que imita"), y los hombres, Fobetor ("el que espanta"). El tercero, que se llama Fantasios ("el que hace imaginar"), se transforma en tierra, en roca, en costa y en todo tipo de entes inanimados. Estos tres sueños viven solamente en las moradas de los reyes y nobles; los otros son para el pueblo. El dios del sueño, una vez encargada a Morfeo la orden que acababa de recibir, extendió los brazos, dejó caer su cabeza y se durmió. Morfeo alzó vuelo y, sin dejar oír el menor ruido, salió del Palacio del Sueño, encontrándose al poco tiempo cerca de Alcione y en medio de las tinieblas de la noche. Entró en su habitación, se despojó de sus alas, cogió la figura de Ceix y apareció, con el rostro triste, pálido y moribundo, cerca del lecho de Alcione. Sin ropas, desfigurado, la barba y los cabellos mojados. En este deplorable estado se apoyó sobre el lecho, y anegado en llanto, le habló así:
- Mi querida Alcione, ¿reconoces a tu Ceix? Vuelve tus ojos y encontrarás en el lugar de tu esposo su propia sombra. Tus votos no han podido ser escuchados; he perdido la vida; desecha la dulce esperanza de volverme a ver. Sorprendido en el mar Egeo por una horrible tempestad, mi barco ha sido tragado por sus aguas, al mismo tiempo que pronunciaba tu nombre. Levántate y llora al más enamorado de los maridos. Vístete de luto y no permitas que mi sombra baje a los infiernos sin haber recibido el tributo de tus lágrimas.
El Hipnos de Almedinilla está representado en el momento en que está lanzando a los humanos semillas de adormidera que han de propiciar el sueño.
Morfeo imitó con tal maestría la voz y los ademanes de Ceix, que Alcione no dudó ni por un momento que aquel no fuera su esposo. Entre sueños lloró esta triste noticia, y al intentar abrazarle, no halló sino su sombra.
- No te alejes de mi lado, querido Ceix -gritaba-; permite al menos que te acompañe.
A este grito y al espanto que le producía el fantasma de su marido, se despertó sobresaltada; sus criadas, al oírla, entraron con luces en la habitación. Al no ver a su marido, se martirizó y rasgó sus vestidos. Su nodriza le preguntó la causa de su desesperación.
- Alcione ya no existe -respondió-; ha perdido la vida con su amantísimo Ceix; es inútil que me consueles. Acabo de verle, le ha reconocido, y cuando he querido echarme a su lado, he abrazado su fantasma. ¡Oh desgraciado Ceix! Ahora me explico el presentimiento que tuve al emprender tu funesto viaje. Debí acompañarte y hoy no estaríamos separados. Pero ahora yo muero sin ti; yo soy la proa de las propias aguas que te han sepultado, y aunque alejada del mar, me encuentro expuesta a su furor. Mi dolor, si me esforzara en superarlo y prolongar mis tristes días, sería mil veces más cruel que la mar enfurecida; pero no haré esfuerzos para combatirlo. No te abandonaré, y ya que no me permitiste acompañarte en ese desgraciado viaje, la muerte nos reunirá de nuevo. Si nuestras cenizas no están encerradas en la misma urna, se leerá sobre nuestra tumba el mismo epitafio: Nuestros cuerpos están separados, pero nuestros nombres no lo estarán jamás.-
Mientras recordaba en la orilla del mar todo lo que sucedió el día de su separación, notó algo que golpeaba el agua y que se parecía en todo a un cadáver. Cuando las olas aproximaron el objeto, reconoció el cuerpo de algún desgraciado que había naufragado y por esta razón le impresionó doblemente. Cuanto más se acercaba el cadáver, más aumentaba su dolor, reconociendo al fin a su marido-. ¡Es él mismo -gritaba-, es él mismo; jamás lo podría dudar! ¡Así es como vuelves al lado de tu querida Alcione!.
A la entrada del puerto había una mole, que fue levantada para romper la impetuosidad de las olas. Alcione su subió a ella y, desplegando sus alas de nacimiento, voló sobre la superficie del mar, dejando oír un son plañidero semejante al de un pájaro. Cerca del cuerpo de Ceix le abrazó y besó tiernamente. Los que desde la orilla presenciaban el espectáculo no sabían si Ceix era verdaderamente sensible a las caricias de Alcione, o si eran las olas las que movían su cabeza. En fin, que los dioses, impresionados de este enamorado matrimonio, los convirtieron en pájaros, conservando ambos el mismo amor; y durante los siete días que Alcione cubre sus huevos en un nido hecho en las rocas, la mar está en calma y la navegación segura y tranquila, y Eolo, en favor de sus hijitos, mantiene los vientos encadenados y les impide soplar".
"Iris, después de haber cumplido su misión, sintiendo sus párpados pesados y no pudiendo resistir a los encantos del sueño, partió rápidamente, volviendo sobre el mismo arco que había traído. El dios del sueño eligió a Morfeo (hijo del Sueño y de la Noche) para realizar lo que Juno quería. Él poseía el arte de imitar hábilmente. Además, este sueño es sólo para los hombres. Hay otro que toma la figura de bestias salvajes, pájaros y serpientes; los dioses le llaman Icelón (en griego significa "el que imita"), y los hombres, Fobetor ("el que espanta"). El tercero, que se llama Fantasios ("el que hace imaginar"), se transforma en tierra, en roca, en costa y en todo tipo de entes inanimados. Estos tres sueños viven solamente en las moradas de los reyes y nobles; los otros son para el pueblo. El dios del sueño, una vez encargada a Morfeo la orden que acababa de recibir, extendió los brazos, dejó caer su cabeza y se durmió. Morfeo alzó vuelo y, sin dejar oír el menor ruido, salió del Palacio del Sueño, encontrándose al poco tiempo cerca de Alcione y en medio de las tinieblas de la noche. Entró en su habitación, se despojó de sus alas, cogió la figura de Ceix y apareció, con el rostro triste, pálido y moribundo, cerca del lecho de Alcione. Sin ropas, desfigurado, la barba y los cabellos mojados. En este deplorable estado se apoyó sobre el lecho, y anegado en llanto, le habló así:
- Mi querida Alcione, ¿reconoces a tu Ceix? Vuelve tus ojos y encontrarás en el lugar de tu esposo su propia sombra. Tus votos no han podido ser escuchados; he perdido la vida; desecha la dulce esperanza de volverme a ver. Sorprendido en el mar Egeo por una horrible tempestad, mi barco ha sido tragado por sus aguas, al mismo tiempo que pronunciaba tu nombre. Levántate y llora al más enamorado de los maridos. Vístete de luto y no permitas que mi sombra baje a los infiernos sin haber recibido el tributo de tus lágrimas.
El Hipnos de Almedinilla está representado en el momento en que está lanzando a los humanos semillas de adormidera que han de propiciar el sueño.
Morfeo imitó con tal maestría la voz y los ademanes de Ceix, que Alcione no dudó ni por un momento que aquel no fuera su esposo. Entre sueños lloró esta triste noticia, y al intentar abrazarle, no halló sino su sombra.
- No te alejes de mi lado, querido Ceix -gritaba-; permite al menos que te acompañe.
A este grito y al espanto que le producía el fantasma de su marido, se despertó sobresaltada; sus criadas, al oírla, entraron con luces en la habitación. Al no ver a su marido, se martirizó y rasgó sus vestidos. Su nodriza le preguntó la causa de su desesperación.
- Alcione ya no existe -respondió-; ha perdido la vida con su amantísimo Ceix; es inútil que me consueles. Acabo de verle, le ha reconocido, y cuando he querido echarme a su lado, he abrazado su fantasma. ¡Oh desgraciado Ceix! Ahora me explico el presentimiento que tuve al emprender tu funesto viaje. Debí acompañarte y hoy no estaríamos separados. Pero ahora yo muero sin ti; yo soy la proa de las propias aguas que te han sepultado, y aunque alejada del mar, me encuentro expuesta a su furor. Mi dolor, si me esforzara en superarlo y prolongar mis tristes días, sería mil veces más cruel que la mar enfurecida; pero no haré esfuerzos para combatirlo. No te abandonaré, y ya que no me permitiste acompañarte en ese desgraciado viaje, la muerte nos reunirá de nuevo. Si nuestras cenizas no están encerradas en la misma urna, se leerá sobre nuestra tumba el mismo epitafio: Nuestros cuerpos están separados, pero nuestros nombres no lo estarán jamás.-
Mientras recordaba en la orilla del mar todo lo que sucedió el día de su separación, notó algo que golpeaba el agua y que se parecía en todo a un cadáver. Cuando las olas aproximaron el objeto, reconoció el cuerpo de algún desgraciado que había naufragado y por esta razón le impresionó doblemente. Cuanto más se acercaba el cadáver, más aumentaba su dolor, reconociendo al fin a su marido-. ¡Es él mismo -gritaba-, es él mismo; jamás lo podría dudar! ¡Así es como vuelves al lado de tu querida Alcione!.
A la entrada del puerto había una mole, que fue levantada para romper la impetuosidad de las olas. Alcione su subió a ella y, desplegando sus alas de nacimiento, voló sobre la superficie del mar, dejando oír un son plañidero semejante al de un pájaro. Cerca del cuerpo de Ceix le abrazó y besó tiernamente. Los que desde la orilla presenciaban el espectáculo no sabían si Ceix era verdaderamente sensible a las caricias de Alcione, o si eran las olas las que movían su cabeza. En fin, que los dioses, impresionados de este enamorado matrimonio, los convirtieron en pájaros, conservando ambos el mismo amor; y durante los siete días que Alcione cubre sus huevos en un nido hecho en las rocas, la mar está en calma y la navegación segura y tranquila, y Eolo, en favor de sus hijitos, mantiene los vientos encadenados y les impide soplar".
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